En cualquier parte del
mundo la calle es sinónimo de crecimiento, aprendizaje, lucha, trabajo y
progreso. En Venezuela es lo contrario. Quienes salimos a la calle lo hacemos
poniendo en riesgo nuestra vidas ante un hampa no solo armada sino también
organizada y protegida en algunos casos por los mismos órganos de seguridad.
Hoy la calle habla de diversas maneras. La calle tiene rostro de joven que
estudia y que busca y quiere cambio de modelo político que lo lleve al progreso
económico. La calle tiene rostro de padre de familia que lucha por un mejor
país para sus hijos. La calle tiene rostro de profesional que todos los días
madrugada para ir a sus actividades y con su esfuerzo coloca su grano de arena
en la construcción de la patria que todos queremos. Para un funcionario
policial y militar desenfundar un arma lo piensa varias veces porque no son
hechos normales sacar su arma para dispararle a cualquier cristiano que anda a
pie en nuestras calles. Para los malandros que andan en las calles es normal
sacar sus armas para echarle plomo a cualquier ciudadano. Hoy, esos malandros
que andan en la calle pertenecen a organizaciones políticas que los protegen,
promueven y condecoran. Las armas del país ya no la tienen los órganos de
seguridad solamente sino ahora también los malandros que incluso ahora son
políticos que en actividades de partido se ponen la camisa y cuando salen de la
actividad se las quitan para encapucharse para luego salir echando plomo. La
calle según la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela no le
pertenece a los malandros sino a todos los ciudadanos. Todos hemos visto en
cadena nacional de radio y televisión como se nos dice que la calle le
pertenece a un solo sector político. Ese sector político, encapuchados y bien
armados son los que han quitado vidas a los ciudadanos y destruidos incluso
sede de universidades y ministerios públicos del país. Así como en 1998 nadie en
el mundo podía entender como en un país petrolero como Venezuela hubiera
pobreza, y esa era la explicación que muchos se daban para que los venezolanos
hubieran electo como presidente a un “vengador”, hoy en 2014 nadie puede
entender tampoco como Venezuela -tras haber recibido su gobierno durante los
últimos 12 años casi un millón de dolares sólo por concepto de venta de
petróleo- sea sin embargo hoy un país con tarjeta de racionamiento, con colas
interminables para adquirir los más elementales bienes de consumo, un país con
hospitales destartalados y escuelas destruidas, un país con hampa desbordada,
con escasez de casi todo y sólo con “abundancia” de represión y muerte. En la
calle tenemos que vencer la violencia pero no con piedras o balas. La violencia
se vence con propuestas de país y la propuesta de país la tenemos en la
Constitución. En esa propuesta viene cambio y ese cambio ya nos lo anuncia
Monseñor Ovideo Pérez Morales obispo emérito de Los Teques. Ese cambio no tiene
regreso y según Mons Ovidio Pérez debemos prepararnos para la transición de la
dictadura para la democracia. Pero ese cambio no está a la vuelta de la esquina
y como no lo está debemos llenarnos de fuerza espiritual, organización
ciudadana no violenta pero activa en la calle para que pueblo de la paz
logremos vencer la violencia malandra de quienes nos gobiernan.
Animo Venezuela!
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