En la semana que está
concluyendo se cumplió un mes de la detención de Leopoldo López, la muerte del
Tío Simón Díaz, el asesinato de Génesis Carmona a parte de las manifestaciones
de calle por parte de la sociedad civil.
Este 12
de Marzo hubo tres asesinatos más, y por lo menos otros 19 en el lapso entre
ambas fechas. Más de un millar de presos, cientos de heridos, decenas de
denuncias de torturas, son las otras duras realidades que acompañan el ominoso
número de las víctimas fatales. Más terrible que este horrendo saldo es la
conclusión que del mismo parecen extraer los actores fundamentales de esta
desigual confrontación, pues ante la evidencia del altísimo costo en vidas en
vez de disponerse a cambiar radicalmente su conducta para poder obtener un
resultado distinto, le anuncian al país que están dispuestos a seguir haciendo
lo mismo, incluso de manera “más drástica”. Y, ya se sabe: Si hacen lo mismo,
obtendrán el mismo resultado. Ese resultado hasta ahora ha sido una montaña de
cadáveres. Ni el uso de la represión legal e ilegal ha logrado acabar con la
protesta, ni iniciativas como la convocatoria a una “Conferencia de Paz” le han
lavado la cara al gobierno, haciéndolo aparecer como “inocente”. Por el
contrario, la feroz represión desatada por la Guardia Nacional, la Policía
Nacional Bolivariana y los grupos paramilitares mal llamados “colectivos”
contradice cotidianamente los discursos que desde el Palacio se transmiten a
diario en cadena nacional de radio y TV. Incluso es un hecho ya conocido por
los venezolanos (y también por los periodistas extranjeros que cubren esta
crisis) que precisamente cuando los medios son encadenados para difundir los
“discursos de paz” en Miraflores es cuando arrecia en las calles la represión.
Alí Primera cantó sobre muchas tarimas, pero jamás lo hizo sobre una
tanqueta militar, mientras esta atacaba a estudiantes y pobladores. Si, el
espacio donde más terreno ha perdido el Gobierno en los últimos 30 días no es
en las barricadas callejeras o en la cada vez más suspicaz opinión pública
internacional, sino en el alma del chavista humilde, el del barrio. Hay un país
mayoritario que si de verdad quisiera matarse lo hubiera hecho hace tiempo; un
país donde Maduro y “guarimbas” tienen niveles similares de rechazo; Un país
que no quiere hacer más cola en un mercado para comprar un producto, o en un
hospital para conseguir -meses después- una consulta médica. Un país que
necesita una estrategia para cambiar su historia, y no consignas o balas para
seguir hundiéndose en la histeria. Una Venezuela real, en que el cambio es
una dinámica imparable, pero que en este momento necesita con urgencia un
liderazgo que tenga la valentía necesaria para detener la matanza y encabezar
la construcción del futuro, utilizando para ello formas de lucha masivas y
contundentes que incorporen a la ciudadanía en vez de "sustituirla" y
que al unir pueblo con pueblo permita aislar y derrotar la violencia
del gobierno y sus satélites.
Animo
Venezuela
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