sábado, 29 de marzo de 2014

Stop a la violencia



En la semana que está concluyendo se cumplió un mes de la detención de Leopoldo López, la muerte del Tío Simón Díaz, el asesinato de Génesis Carmona a parte de las manifestaciones de calle por parte de la sociedad civil. Este 12 de Marzo hubo tres asesinatos más, y por lo menos otros 19 en el lapso entre ambas fechas. Más de un millar de presos, cientos de heridos, decenas de denuncias de torturas, son las otras duras realidades que acompañan el ominoso número de las víctimas fatales. Más terrible que este horrendo saldo es la conclusión que del mismo parecen extraer los actores fundamentales de esta desigual confrontación, pues ante la evidencia del altísimo costo en vidas en vez de disponerse a cambiar radicalmente su conducta para poder obtener un resultado distinto, le anuncian al país que están dispuestos a seguir haciendo lo mismo, incluso de manera “más drástica”. Y, ya se sabe: Si hacen lo mismo, obtendrán el mismo resultado. Ese resultado hasta ahora ha sido una montaña de cadáveres. Ni el uso de la represión legal e ilegal ha logrado acabar con la protesta, ni iniciativas como la convocatoria a una “Conferencia de Paz” le han lavado la cara al gobierno, haciéndolo aparecer como “inocente”. Por el contrario, la feroz represión desatada por la Guardia Nacional, la Policía Nacional Bolivariana y los grupos paramilitares mal llamados “colectivos” contradice cotidianamente los discursos que desde el Palacio se transmiten a diario en cadena nacional de radio y TV. Incluso es un hecho ya conocido por los venezolanos (y también por los periodistas extranjeros que cubren esta crisis) que precisamente cuando los medios son encadenados para difundir los “discursos de paz” en Miraflores es cuando arrecia en las calles la represión. Alí  Primera cantó sobre muchas tarimas, pero jamás lo hizo sobre una tanqueta militar, mientras esta atacaba a estudiantes y pobladores. Si, el espacio donde más terreno ha perdido el Gobierno en los últimos 30 días no es en las barricadas callejeras o en la cada vez más suspicaz opinión pública internacional, sino en el alma del chavista humilde, el del barrio. Hay un país mayoritario que si de verdad quisiera matarse lo hubiera hecho hace tiempo; un país donde Maduro y “guarimbas” tienen niveles similares de rechazo; Un país que no quiere hacer más cola en un mercado para comprar un producto, o en un hospital para conseguir -meses después- una consulta médica. Un país que necesita una estrategia para cambiar su historia, y no consignas o balas para seguir hundiéndose en la histeria. Una Venezuela real, en que el cambio es una dinámica imparable, pero que en este momento necesita con urgencia un liderazgo que tenga la valentía necesaria para detener la matanza y encabezar la construcción del futuro, utilizando para ello formas de lucha masivas y contundentes que incorporen a la ciudadanía en vez de "sustituirla" y que al unir pueblo con pueblo permita aislar y derrotar la violencia del gobierno y sus satélites.
Animo Venezuela

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