sábado, 20 de diciembre de 2014

Sancionados



En Venezuela son muchos los compatriotas sancionados no por el Senado de los Estados Unidos sino por el Gobierno Venezolano.  Sus delitos no consiste en ser corruptos, o en ser violadores de los derechos humanos. A ellos quien los sancionó fue el Gobierno venezolano, el gobierno pesuvista, y su único delito, su única culpa, fue la de ser pobres. Durante muchísimo tiempo millones de chavistas decían: “mi Comandante es bueno, mi Presidente tiene buen corazón, pero está mal rodeado por unos tipos que le ocultan la verdad”. 
Hoy la situación es mucho peor, porque los “tipos” que “mal rodeaban” al Presidente Chávez ahora tienen en sus manos directamente el poder, y en la actualidad en vez de ignorar a los chavistas del pueblo los agreden. El Diosdado-Madurismo en el poder no se limita a incumplir los compromisos con su propia base militante. Ahora las cúpulas podridas “sancionan” con mucha más saña a los chavistas del pueblo, los persiguen, los agreden con gas lacrimógeno y con perdigones, los ponen presos y los someten a tortuosos e injustos procesos judiciales.
Son numerosos los chavistas de base que han sido víctimas de las “sanciones” impuestas en meses recientes por el Diosdado-Madurismo. Esos chavistas del pueblo, sancionados por el gobierno de la boliburguesía, no generan preocupación ni solidaridad en el Diosdado-Madurismo. Ellos están preocupados es por los sujetos que están “full de billetes verdes”, que tienen tantos dólares que optaron por depositarlos en bancos “del imperio” y que han comprado mansiones y empresas en “el imperio”, y que ahora están angustiados porque el Senado de ese país los amenaza con sancionarlos si están incursos en violaciones de los derechos humanos.
Aunque lo parezca, esto no es un chiste: Es una tragedia, es la quiebra moral de un proyecto político que nació hablando de redimir a los pobres y que ahora los “moviliza” a juro para defender las riquezas mal habidas de los cazadores de renta.
La más dura sanción que recibirá el Diosdado-Madurismo se la dará el pueblo unido. De esa sanción si es verdad que no los salva nadie, aunque nombren a Maradona presidente del CNE.
Animo Venezuela!

viernes, 12 de diciembre de 2014

Cero ayudaita



El proceso de destrucción de la institucionalidad democrática se da en el marco de una crisis económica que ahora, cuando el dólar está por encima de los 160 bolívares por unidad y el precio del petróleo venezolano bordea los sesenta dólares por barril, es cuando muestra toda su dramática profundidad. Pero esta debacle económica se viene incubando desde hace 15 años, cuando se inició la invasión de fincas y haciendas, la expropiación de empresas y fábricas, la “intervención” de comercios y empresas de servicios. Hasta el 2012, los altos precios internacionales del petróleo y la habilidad política de Chávez lograron ocultar al pueblo llano el desastroso estado de nuestra economía, pero la desaparición física de Chávez y el fin de los años de las vacas gordas en el mercado petrolero mundial dejó al desnudo la esencia perversa del modelo gobiernero. 
En poco más de año y medio el relevo bicéfalo Diosdado-Madurista devaluó la moneda en cuatro oportunidades, pulverizando el ingreso del venezolano al transformar el salario mínimo en salario ínfimo, subió los precios de los bienes de consumo más esenciales y restringió brutalmente las importaciones, hasta lograr que desaparecieran del mercado interno las medicinas, los desodorantes y los repuestos automotrices, entre otros insumos básicos, mientras se implanta un paquete fiscalista y se mantiene en amenazante suspenso el alza de la gasolina.
Durante el 2014 la juventud opositora y el pueblo chavista enfrentaron duramente al gobierno, pero lo hicieron en momentos distintos y con énfasis diferentes. La agresión oficial contra las libertades democráticas generó durante la primera mitad del 2014 la protesta estudiantil y juvenil, que al ser respondida por el gobierno con el uso desproporcionado de la fuerza legal (los cuerpos de seguridad del Estado) e ilegal (los grupos paramilitares mal llamados “colectivos”) puso al descubierto ante el mundo la naturaleza esencialmente represiva del régimen, y su condición de violador contumaz de los derechos civiles y políticos. La segunda mitad del 2014 la agresión oficialista contra la calidad de vida del venezolano ocasionó la protesta obrera en SIDOR, en Corpoelec, en los centrales azucareros estatizados, en las empresas cementeras expropiadas, en Bolivariana de Puertos y en los mismos ministerios, poniendo en evidencia ante la propia base social oficialista la condición antiobrera y antipopular del Gobierno, así como su vocación de violador empedernido de los derechos económicos y sociales de la población.
La reflexión sincera y profunda sobre lo ocurrido en este 2014 lleva a una sola conclusión: Muy probablemente en el 2015 confluirán la calle sensibilizada políticamente y la calle estremecida por lo económico y social. Ambas “calles” pueden y deben unirse en una sola vía de protesta popular contra un gobierno y un modelo que terminaron agrediendo tanto la libertad como la igualdad. Unir ambas calles requerirá esfuerzo, visión y liderazgo, pero será imprescindible hacerlo por dos razones fundamentales. Primero, porque tal unidad es imprescindible para lograr la victoria sobre un adversario que, aunque disminuido, aún posee recursos muy importantes tanto financieros como políticos para la manipulación clientelar, el abuso institucional y la represión. Segundo, porque esa misma unidad es clave para garantizar la gobernabilidad posterior al triunfo político, condición ésta indispensable para detener la caída del país e iniciar la construcción de una economía abierta y productiva, una sociedad justa e inclusiva y una democracia funcional y transparente.
Este gobierno busca una “ayudaita” y se le puede llegar si la protesta social no se une al combate político, si los pobres de los barrios y los empobrecidos de la clase media no confluyen en una protesta congruente y poderosa, si el pueblo opositor y el pueblo chavista descontento no construyen juntos una nueva e inmensa mayoría, si la ciudadanía democrática independiente y los partidos políticos de oposición no optimizan su comunicación y coherencia, y si las organizaciones partidistas de oposición no redefinen y potencian su actual nivel de unidad, para que deje de ser una “unidad opositora” y se convierta en una alternativa de poder, si no hacemos todo eso en 2015, posiblemente el régimen totalitario tenga la “ayudaíta” que necesita para sobrevivir.
Que nadie se engañe: Aunque las elecciones del próximo año son parlamentarias, aquí lo que está en juego es el poder. Las elecciones podrían ser municipales o de una reina de carnaval, y aun así lo que aquí está en juego es el poder. No el “gobierno”, el Poder! El que pretendió ser un régimen totalitario es ya apenas un gobierno de minoría, en tránsito acelerado a convertirse en oposición. 
Animo Venezuela!

De fundadores de la OPEP a bufones en Viena



En 1988 llegó al poder un grupo de venezolanos que, no tenemos porque dudarlo, querían lo que ellos creían era lo mejor para nuestro país. El proyecto que tenían se llamaba “El Gran Viraje”. Tal viraje era esencialmente económico. Pretendía romper con el rentismo petrolero, promoviendo la capacidad exportadora del aparato productivo nacional. Para quienes asumían la conducción de ese proceso, la viabilidad social y política de ese proyecto descansaba en el “carisma” y liderazgo de la persona que ocupaba la Presidencia de la República. El tema de los costos sociales del programa de ajuste era visto desde la óptica de lo “compensatorio”, esto es, aligerar un poco el impacto de los efectos inmediatos del ajuste sobre los pobres y la clase media baja. De acuerdo a la “lógica” manejada entonces, la resolución de los problemas sociales de fondo sólo tendría respuesta verdadera en el largo plazo. “La mejor política social es tener una buena política económica”, fue la expresión utilizada entonces para colocar lo económico por encima de lo social. El “largo plazo” de este proyecto nunca existió.
En 1998 llegó al poder otro grupo de venezolanos que, tampoco lo dudamos, igualmente querían para el país lo que ellos creían que sería lo mejor. No llegaron al poder con un proyecto claro, pero si con consignas de gran capacidad movilizadora. Al principio dijeron que no eran comunistas, que en Cuba había una dictadura y que el control de cambios era indeseable. Su principal consigna fue la “Constituyente”, que implicaba la realización de un conjunto de cambios fundamentales en lo político-institucional.
Tras esos cambios se perfiló, entonces si, una suerte de proyecto político que llamaron “revolución”. Este proyecto profundizó el rentismo petrolero, pues para enfrentar la influencia política y cultural del sector empresarial optó por destruir el aparato productivo tanto en el sector agro-industrial como en el sector industrial manufacturero, lo que hizo al país extremadamente dependiente de las importaciones, y en materia social generó los siguientes efectos: los sectores pobres siguieron siendo pobres, amplios sectores de clase media se convirtieron en empobrecidos y la burguesía productiva nacionalista se vio sustituida por una boliburguesía parasitaria y verdaderamente apátrida.
En 1960, bajo el gobierno democrático de Rómulo Betancourt, Venezuela fue quien impulsó la creación de la OPEP, jugando en ello un papel estelar la visión de Juan Pablo Pérez Alfonzo. Hoy, en ese escenario creado por Venezuela, “le dan una pela” al gobierno venezolano no sólo por quedar en minoría, sino por haber sostenido una posición alejada de los intereses estratégicos de los países productores. Tras malbaratar la bonanza petrolera de 12 años, tras haber sido derrotado en la OPEP, el diosdado-madurismo pretende ahora con su paquetazo fiscalista sacarle al bolsillo de los venezolanos (de todos, de los pobres y de los empobrecidos) el dinero que antes extraían del oro negro. Tal vez eso era lo que prefiguraba Ali Primera cuando cantaba:
Que se está secando el pozo
discuten en el Congreso
pero el pobre forma ahora
parte activa en el progreso
ahora sacarán petróleo
derivado de sus huesos.
            Este pueblo unido enseñará a la cúpula podrida que el petróleo no es una telenovela y que el país no es una comiquita. El barranco autoritario no tendrá final feliz. La lucha popular sí.

Calle con pueblo



El oficialismo no tiene ideas para salir de la crisis. En realidad nunca tuvieron ideas para gobernar a este país, si por "gobernar" entendemos la búsqueda del bien común, y por eso precisamente fue que nuestro país cayó en la crisis atroz en que actualmente se encuentra, con escasez de medicinas, alimentos y paciencia, con abundancia de violencia, corrupción e impunidad, pese a que el régimen dispuso en los últimos 15 años de la más alta cantidad de dinero, popularidad y control institucional que gobierno alguno haya disfrutado en los últimos 200 años.
Tras 15 años de oídos cerrados a la protesta ciudadana, no es de extrañar que el gobierno ignore el ruido profundo del clamor popular y pretenda opacarlo con el estruendo de la fiesta alquilada. Pero lo que sí sería imperdonable es que ese sonido de la indignación popular no sea recogido y amplificado por quienes queremos un cambio urgente de gobierno y de modelo. Los demócratas TENEMOS que ir al encuentro del descontento y transformar esa indignación popular en energía de cambio. Para eso es indispensable que avancemos en reinventar nuestros conceptos de “organización” y “movilización”. Nos organizamos no para “reunirnos”. “Reunirse” no es un fin en sí mismo. El de “reunido” no es un nuevo “estado civil”. Los demócratas nos reunimos para atender una agenda que básicamente debe comprender dos puntos:
1)      Cómo luchamos para mejorar nuestras condiciones de vida y trabajo allí donde estamos, en nuestra circunstancia inmediata, donde vivimos o donde laboramos.
2)      Cómo contribuimos a promover el cambio democrático para toda Venezuela empezando desde allí, desde nuestra circunstancia local.
Atender esa agenda implica movilizarnos, y el escenario en que se verifica esa movilización para lo local y lo nacional, para lo comunitario y lo social, para lo reivindicativo y lo político es, por supuesto, “la calle”. Pero no una calle cualquiera: No la calle de las grandes movilizaciones opositoras, a las que siempre acudimos sólo los ya convencidos; No la calle llena de gas lacrimógeno y escombros, con activistas y represores pero sin pueblo. La calle que nos interesa es la calle con pueblo y sobre todo con pueblo por convencer. Esa calle está activa desde hace mucho tiempo con la protesta social. Muchos opositores que a diario piden “calle, calle” generalmente no advierten que la calle por la que claman esta activada, e incluso está esperando por ellos. Pero la protesta política sola se aísla. Y la protesta social sola se agota. Es indispensable entonces unir reclamo social y perspectiva política. Eso es lo que significa “unir pueblo con pueblo” en esta nueva etapa de la lucha.
Los opositores que claman por “calle” deben asumir que, por el contrario, la calle social, la calle con pueblo protestando está clamando por ellos. Para ganar en las mesas electorales se debe haber antes ganado la calle. La mesa se gana en la calle  activada socialmente. Esa calle con pueblo que ya rompió con el gobierno, pero que aún no se ha incorporado a la esperanza de cambio.