El proceso
de destrucción de la institucionalidad democrática se da en el marco de una
crisis económica que ahora, cuando el dólar está por encima de los 160 bolívares
por unidad y el precio del petróleo venezolano bordea los sesenta dólares por
barril, es cuando muestra toda su dramática profundidad. Pero esta debacle
económica se viene incubando desde hace 15 años, cuando se inició la invasión
de fincas y haciendas, la expropiación de empresas y fábricas, la
“intervención” de comercios y empresas de servicios. Hasta el 2012, los altos
precios internacionales del petróleo y la habilidad política de Chávez lograron
ocultar al pueblo llano el desastroso estado de nuestra economía, pero la
desaparición física de Chávez y el fin de los años de las vacas gordas en el
mercado petrolero mundial dejó al desnudo la esencia perversa del modelo
gobiernero.
En poco más de año y medio
el relevo bicéfalo Diosdado-Madurista devaluó la moneda en cuatro
oportunidades, pulverizando el ingreso del venezolano al transformar el salario
mínimo en salario ínfimo, subió los precios de los bienes de consumo más
esenciales y restringió brutalmente las importaciones, hasta lograr que
desaparecieran del mercado interno las medicinas, los desodorantes y los
repuestos automotrices, entre otros insumos básicos, mientras se implanta un
paquete fiscalista y se mantiene en amenazante suspenso el alza de la gasolina.
Durante el 2014 la
juventud opositora y el pueblo chavista enfrentaron duramente al gobierno, pero
lo hicieron en momentos distintos y con énfasis diferentes. La agresión oficial
contra las libertades democráticas generó durante la primera mitad del 2014 la
protesta estudiantil y juvenil, que al ser respondida por el gobierno con el
uso desproporcionado de la fuerza legal (los cuerpos de seguridad del Estado) e
ilegal (los grupos paramilitares mal llamados “colectivos”) puso al descubierto
ante el mundo la naturaleza esencialmente represiva del régimen, y su condición
de violador contumaz de los derechos civiles y políticos. La segunda mitad del
2014 la agresión oficialista contra la calidad de vida del venezolano ocasionó
la protesta obrera en SIDOR, en Corpoelec, en los centrales azucareros
estatizados, en las empresas cementeras expropiadas, en Bolivariana de Puertos
y en los mismos ministerios, poniendo en evidencia ante la propia base social
oficialista la condición antiobrera y antipopular del Gobierno, así como su
vocación de violador empedernido de los derechos económicos y sociales de la
población.
La reflexión sincera y
profunda sobre lo ocurrido en este 2014 lleva a una sola conclusión: Muy
probablemente en el 2015 confluirán la calle sensibilizada políticamente y la
calle estremecida por lo económico y social. Ambas “calles” pueden y deben
unirse en una sola vía de protesta popular contra un gobierno y un modelo que
terminaron agrediendo tanto la libertad como la igualdad. Unir ambas calles
requerirá esfuerzo, visión y liderazgo, pero será imprescindible hacerlo por
dos razones fundamentales. Primero, porque tal unidad es imprescindible para
lograr la victoria sobre un adversario que, aunque disminuido, aún posee
recursos muy importantes tanto financieros como políticos para la manipulación
clientelar, el abuso institucional y la represión. Segundo, porque esa misma
unidad es clave para garantizar la gobernabilidad posterior al triunfo
político, condición ésta indispensable para detener la caída del país e iniciar
la construcción de una economía abierta y productiva, una sociedad justa e
inclusiva y una democracia funcional y transparente.
Este gobierno busca una “ayudaita” y se le puede llegar si
la protesta social no se une al combate político, si los pobres de los barrios
y los empobrecidos de la clase media no confluyen en una protesta congruente y
poderosa, si el pueblo opositor y el pueblo chavista descontento no construyen
juntos una nueva e inmensa mayoría, si la ciudadanía democrática independiente
y los partidos políticos de oposición no optimizan su comunicación y coherencia,
y si las organizaciones partidistas de oposición no redefinen y potencian su
actual nivel de unidad, para que deje de ser una “unidad opositora” y se
convierta en una alternativa de poder, si no hacemos todo eso en 2015,
posiblemente el régimen totalitario tenga la “ayudaíta”
que necesita para sobrevivir.
Que nadie se engañe:
Aunque las elecciones del próximo año son parlamentarias, aquí lo que está en
juego es el poder. Las elecciones podrían ser municipales o de una reina de
carnaval, y aun así lo que aquí está en juego es el poder. No el “gobierno”, el
Poder! El que pretendió ser un régimen totalitario es ya apenas un gobierno de
minoría, en tránsito acelerado a convertirse en oposición.
Animo Venezuela!