El oficialismo no tiene
ideas para salir de la crisis. En realidad nunca tuvieron ideas para gobernar a
este país, si por "gobernar" entendemos la búsqueda del bien común,
y por eso precisamente fue que nuestro país cayó en la crisis atroz en que
actualmente se encuentra, con escasez de medicinas, alimentos y paciencia, con
abundancia de violencia, corrupción e impunidad, pese a que el régimen dispuso
en los últimos 15 años de la más alta cantidad de dinero, popularidad y control
institucional que gobierno alguno haya disfrutado en los últimos 200 años.
Tras 15 años de oídos
cerrados a la protesta ciudadana, no es de extrañar que el gobierno ignore el
ruido profundo del clamor popular y pretenda opacarlo con el estruendo de la
fiesta alquilada. Pero lo que sí sería imperdonable es que ese sonido de la
indignación popular no sea recogido y amplificado por quienes queremos un
cambio urgente de gobierno y de modelo. Los demócratas TENEMOS que ir al encuentro del
descontento y transformar esa indignación popular en energía de cambio. Para
eso es indispensable que avancemos en reinventar nuestros conceptos de “organización” y “movilización”. Nos organizamos no para
“reunirnos”. “Reunirse” no es un fin en sí mismo. El de “reunido” no es un nuevo “estado
civil”. Los demócratas nos reunimos para atender una agenda que básicamente
debe comprender dos puntos:
1)
Cómo luchamos para mejorar nuestras condiciones de
vida y trabajo allí donde estamos, en nuestra circunstancia inmediata, donde
vivimos o donde laboramos.
2)
Cómo contribuimos a promover el cambio democrático
para toda Venezuela empezando desde allí, desde nuestra circunstancia local.
Atender esa agenda implica
movilizarnos, y el escenario en que se verifica esa movilización para lo local
y lo nacional, para lo comunitario y lo social, para lo reivindicativo y lo
político es, por supuesto, “la calle”. Pero no una calle
cualquiera: No la calle de las grandes movilizaciones opositoras, a las que
siempre acudimos sólo los ya convencidos; No la calle llena de gas lacrimógeno
y escombros, con activistas y represores pero sin pueblo. La calle que nos interesa es la calle con
pueblo y sobre todo con pueblo por convencer. Esa calle está activa
desde hace mucho tiempo con la protesta social. Muchos opositores que a diario
piden “calle, calle” generalmente no advierten que la calle por la que
claman esta activada, e incluso está esperando por ellos. Pero la protesta
política sola se aísla. Y la protesta social sola se agota. Es indispensable
entonces unir reclamo social y perspectiva política. Eso es lo que significa “unir
pueblo con pueblo” en esta nueva etapa de la lucha.
Los
opositores que claman por “calle” deben asumir que, por el contrario, la calle
social, la calle con pueblo protestando está clamando por ellos. Para ganar en
las mesas electorales se debe haber antes ganado la calle. La mesa se gana en
la calle activada socialmente. Esa calle
con pueblo que ya rompió con el gobierno, pero que aún no se ha incorporado a
la esperanza de cambio.
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