En 1988 llegó al poder un
grupo de venezolanos que, no tenemos porque dudarlo, querían lo que ellos
creían era lo mejor para nuestro país. El proyecto que tenían se llamaba “El
Gran Viraje”. Tal viraje era esencialmente
económico. Pretendía romper con el rentismo petrolero, promoviendo la capacidad
exportadora del aparato productivo nacional. Para quienes asumían la conducción
de ese proceso, la viabilidad social y política de ese proyecto descansaba en
el “carisma” y liderazgo de la persona que ocupaba la Presidencia de la
República. El tema de los costos sociales del programa de ajuste era visto
desde la óptica de lo “compensatorio”, esto es, aligerar un poco el impacto de
los efectos inmediatos del ajuste sobre los pobres y la clase media baja. De
acuerdo a la “lógica” manejada entonces, la resolución de los problemas
sociales de fondo sólo tendría respuesta verdadera en el largo plazo.
“La mejor política social es tener una buena política económica”, fue la expresión
utilizada entonces para colocar lo económico por encima de lo social. El “largo
plazo” de este proyecto nunca existió.
En 1998 llegó al poder
otro grupo de venezolanos que, tampoco lo dudamos, igualmente querían para el
país lo que ellos creían que sería lo mejor. No llegaron al poder con un
proyecto claro, pero si con consignas de gran capacidad movilizadora. Al
principio dijeron que no eran comunistas, que en Cuba había una dictadura y que
el control de cambios era indeseable. Su principal consigna fue la “Constituyente”, que implicaba la
realización de un conjunto de cambios fundamentales en lo
político-institucional.
Tras esos cambios se
perfiló, entonces si, una suerte de proyecto político que llamaron “revolución”. Este proyecto
profundizó el rentismo petrolero, pues para enfrentar la influencia política y
cultural del sector empresarial optó por destruir el aparato productivo tanto
en el sector agro-industrial como en el sector industrial manufacturero, lo que
hizo al país extremadamente dependiente de las importaciones, y en materia
social generó los siguientes efectos: los sectores pobres siguieron siendo
pobres, amplios sectores de clase media se convirtieron en empobrecidos y la
burguesía productiva nacionalista se vio sustituida por una boliburguesía
parasitaria y verdaderamente apátrida.
En 1960, bajo el gobierno
democrático de Rómulo Betancourt, Venezuela fue quien impulsó la creación de la
OPEP, jugando en ello un papel estelar la visión de Juan Pablo Pérez Alfonzo.
Hoy, en ese escenario creado por Venezuela, “le dan una pela” al gobierno venezolano
no sólo por quedar en minoría, sino por haber sostenido una posición alejada de
los intereses estratégicos de los países productores. Tras malbaratar la
bonanza petrolera de 12 años, tras haber sido derrotado en la OPEP, el
diosdado-madurismo pretende ahora con su paquetazo fiscalista sacarle al
bolsillo de los venezolanos (de todos, de los pobres y de los empobrecidos) el
dinero que antes extraían del oro negro. Tal vez eso era lo que prefiguraba Ali
Primera cuando cantaba:
Que
se está secando el pozo
discuten en el Congreso
pero el pobre forma ahora
parte activa en el progreso
ahora sacarán petróleo
derivado de sus huesos.
Este pueblo unido enseñará a la cúpula
podrida que el petróleo no es una telenovela y que el país no es una comiquita.
El barranco autoritario no tendrá final feliz. La lucha popular sí.
discuten en el Congreso
pero el pobre forma ahora
parte activa en el progreso
ahora sacarán petróleo
derivado de sus huesos.
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