viernes, 12 de diciembre de 2014

De fundadores de la OPEP a bufones en Viena



En 1988 llegó al poder un grupo de venezolanos que, no tenemos porque dudarlo, querían lo que ellos creían era lo mejor para nuestro país. El proyecto que tenían se llamaba “El Gran Viraje”. Tal viraje era esencialmente económico. Pretendía romper con el rentismo petrolero, promoviendo la capacidad exportadora del aparato productivo nacional. Para quienes asumían la conducción de ese proceso, la viabilidad social y política de ese proyecto descansaba en el “carisma” y liderazgo de la persona que ocupaba la Presidencia de la República. El tema de los costos sociales del programa de ajuste era visto desde la óptica de lo “compensatorio”, esto es, aligerar un poco el impacto de los efectos inmediatos del ajuste sobre los pobres y la clase media baja. De acuerdo a la “lógica” manejada entonces, la resolución de los problemas sociales de fondo sólo tendría respuesta verdadera en el largo plazo. “La mejor política social es tener una buena política económica”, fue la expresión utilizada entonces para colocar lo económico por encima de lo social. El “largo plazo” de este proyecto nunca existió.
En 1998 llegó al poder otro grupo de venezolanos que, tampoco lo dudamos, igualmente querían para el país lo que ellos creían que sería lo mejor. No llegaron al poder con un proyecto claro, pero si con consignas de gran capacidad movilizadora. Al principio dijeron que no eran comunistas, que en Cuba había una dictadura y que el control de cambios era indeseable. Su principal consigna fue la “Constituyente”, que implicaba la realización de un conjunto de cambios fundamentales en lo político-institucional.
Tras esos cambios se perfiló, entonces si, una suerte de proyecto político que llamaron “revolución”. Este proyecto profundizó el rentismo petrolero, pues para enfrentar la influencia política y cultural del sector empresarial optó por destruir el aparato productivo tanto en el sector agro-industrial como en el sector industrial manufacturero, lo que hizo al país extremadamente dependiente de las importaciones, y en materia social generó los siguientes efectos: los sectores pobres siguieron siendo pobres, amplios sectores de clase media se convirtieron en empobrecidos y la burguesía productiva nacionalista se vio sustituida por una boliburguesía parasitaria y verdaderamente apátrida.
En 1960, bajo el gobierno democrático de Rómulo Betancourt, Venezuela fue quien impulsó la creación de la OPEP, jugando en ello un papel estelar la visión de Juan Pablo Pérez Alfonzo. Hoy, en ese escenario creado por Venezuela, “le dan una pela” al gobierno venezolano no sólo por quedar en minoría, sino por haber sostenido una posición alejada de los intereses estratégicos de los países productores. Tras malbaratar la bonanza petrolera de 12 años, tras haber sido derrotado en la OPEP, el diosdado-madurismo pretende ahora con su paquetazo fiscalista sacarle al bolsillo de los venezolanos (de todos, de los pobres y de los empobrecidos) el dinero que antes extraían del oro negro. Tal vez eso era lo que prefiguraba Ali Primera cuando cantaba:
Que se está secando el pozo
discuten en el Congreso
pero el pobre forma ahora
parte activa en el progreso
ahora sacarán petróleo
derivado de sus huesos.
            Este pueblo unido enseñará a la cúpula podrida que el petróleo no es una telenovela y que el país no es una comiquita. El barranco autoritario no tendrá final feliz. La lucha popular sí.

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