Cuando
Cristóbal Colón llegó al continente Americano el 2 agosto de 1492 por aquella
región venezolana conocida como Macuro y al ver tantas riquezas naturales que
eran custodiodas por nuestros indígenas dijo: He llegado a una tierra de gracia.
Y de verdad Venezuela es una tierra de gracia con inmensos recursos naturales
renovables, pero también con un recurso natural no renovable como lo es el
petróleo. Sin embargo, la riqueza más grande que tiene Venezuela es su gente
que día a día desde que el sol se levanta por el oriente y se oculta por el
occidente el venezolano aporta con su trabajo y estudio un grano de arena en la
construcción del país que todos queremos. Pero la mayor riqueza que tiene
nuestro suelo patrio son las diferentes comunidades indígenas. Es innecesario gastar
demasiada tinta para demostrar que el gobierno en ejercicio desde 1999 hasta
nuestros días ha tenido por los indígenas venezolanos algo mucho peor que el
desprecio. En efecto, gobiernos anteriores a 1998 han exhibido por las diversas
etnias indígenas asentadas en nuestro territorio un absoluto desinterés, que
expuso a esas comunidades al abandono más patético con sus secuelas conocidas:
maltrato cultural, segregación económica, enfermedades, hambre, desarraigo,
marginalidad… Este gobierno, sin embargo, no se limitó (como los pasados) a desatender
o ignorar a nuestros indígenas. Este gobierno fue más allá: Los atacó. Si, así
como lo leen: Los atacó como si se tratara de alguna feroz campaña como las que
en el pasado fueron desatadas en Argentina contra “los pampas” o en
Norteamérica contra el pueblo pielroja. En Venezuela por primera vez desde la
Conquista, un gobierno “criollo” la
emprendió contra nuestros indígenas. En efecto, desde lo ocurrido en el
nor-occidente del país, en la Sierra de Perijá, donde personajes del gobierno
utilizaron los reclamos del pueblo Yukpa y otras etnias para sacar de sus
tierras a hacendados que tenían una larga tradición productiva (para luego no
proceder a la demarcación de las tierras indígenas, dejando tales propiedades
en un limbo jurídico aprovechado por quienes tienen las conexiones adecuadas
tanto con el poder político como con compañías transnacionales “amigas del
proceso” interesadas en la explotación del carbón, tal como han denunciado
reiteradamente organizaciones defensoras de los Derechos Humanos com la
Sociedad Homo et Natura y PROVEA, entre otras), hasta lo ocurrido en el Sur del
país, en el Estado Bolívar, donde al amparo del llamado Plan Caura se pretende
desalojar por la fuerza a comunidades de las etnias Chirichan, Yekuana y Pemón
de su hábitat natural y de las actividades que les garantizan su supervivencia
económica, tal como ha sido denunciado por medios regionales como el Correo del
Caroní y por diputados de la región como Américo De Grazia, de norte a sur, de
oocidente a oriente, el gobierno ha mantenida una retórica supuestamente
“indigenista” mientras en los hechos ha desarrollado conductas claramente
lesivas a los intereses de los pueblos indígenas. Son contradicciones, si.
Contradicciones manchadas con sangre aborigen. En Apure nuestros indígenas son
mal visto y tratados como seres no de segunda sino de tercera clase social.
Tenemos una deuda histórica y moral con los pueblos indígenas del país. Da
dolor ver nuestra sangre indígena como mendigos en calles y avenidas de nuestro
suelo patrio. El país le pertenece a nuestros indígenas porque ellos son los
verdaderos propios venezolanos. Debemos sentirnos orgullosos de nuestra sangre
indígena que corre por nuestras venas.
Quiso Dios que La Virgen María se manifestara en el continente americano
a dos pueblos indígenas: San Juan Diego en la advocación de Guadalupe y el
cacique Coromoto en la advocación de Coromoto patrona de Venezuela. Dios y La
Virgen María en sus advocaciones de Guadalupe y Coromoto derramen su amor y
bendición sobre todos los pueblos indígenas de nuestra querida patria
Venezuela. Animo Venezuela.
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