En Venezuela tenemos un gobierno todopoderoso.
Sin embargo, con tanto poder no solo que no sabe qué hacer sino que pone de
rodillas poderes independientes que tienen como finalidad o misión ser
controladores de la gestión del estado en cuanto gobierno. Lo que tenemos en
Venezuela son poderes que no son independientes sino que se han puesto de
rodillas delante del estado venezolano. Los pobres lo podemos
decir con propiedad: ¿Qué “todopoderoso” puede ser un gobierno que no puede
recoger la basura, llevar agua potable a las casas o garantizar que no haya
apagones? En vez de un superpoderoso gobierno totalitario lo que tenemos es un
proyecto autoritario en caída libre: Tras haber obtenido su punto más alto de
apoyo popular en el 2006, el proyecto autoritario perdió el referendo
constitucional en el 2007, perdió las más importantes gobernaciones y alcaldías
en las elecciones regionales del 2008, perdió en el voto popular en las
elecciones legislativas del 2010 y en las elecciones presidenciales de octubre
de 2012 redujo a la mitad la ventaja que tenía sobre la oposición, al pasar de
la diferencia de 16 puntos que Chávez sacó sobre Rosales en 2006 a la
diferencia de sólo 8 puntos que obtuvo sobre Henrique Capriles en 2012. Esa
magra ventaja se redujo a prácticamente nada en las elecciones presidenciales
de abril de 2013, realizadas tras el lamentable fallecimiento del Presidente
Chávez. En vez de “gobierno
todopoderoso” lo que hay son las ruinas de una popularidad perdida por un
"liderazgo" desangelado, inmaduro, descabellado. El gobierno
“avanza”, pero como una gandola sin frenos desplazándose hacia el desastre en
la bajada de Tazón donde los perjudicados seremos o somos los pobres en
Venezuela. El
control estatal de la economía ha terminado en un colapso tan brutal en sus
efectos como inexplicable en sus orígenes, con un precio promedio del barril de
petróleo por encima de los 100 dólares. La
“gandola” del Ejecutivo no sólo viene sin frenos y a toda velocidad por la
pronunciada pendiente: Además el armatoste se desplaza en medio de una espesa
niebla. Esa niebla, esa opacidad que impide ver el peligro para poder resolverlo
o al menos evitarlo, es el resultado de la ausencia de libertad de expresión. Un
“presidente” que lo es gracias a una ventaja tan pequeña como discutida, pide a
una Asamblea Nacional cuya bancada mayoritaria obtuvo menos votos populares que
la bancada opositora, “amplios poderes extraordinarios para cambiarlo todo”.
Tal actitud incrementa la inestabilidad política en un país que ya está en
profunda crisis económica y en medio de un agudo malestar social, que se
manifiesta en la alta inseguridad y en la violencia mortífera que empieza a
acompañar al drama del desabastecimiento. La crisis venezolana se acelera cuando lo que
está en juego es la sobrevivencia “resistir” ya no es un vocablo útil ni una
estrategia viable. El pueblo venezolano necesita
pasar a una actitud proactiva, educándose, organizándose y movilizándose para
cumplir deberes y ejercer derechos. Más que resistencia es urgente desarrollar
una actitud y una conducta enmarcada en la resiliencia.
“Resiliencia es la capacidad que posee un individuo frente a las adversidades,
para mantenerse en pie de lucha, con dosis de perseverancia, tenacidad, actitud
positiva y acciones que permiten avanzar en contra de la corriente y
superarlas”. Los venezolanos tenemos la oportunidad de darle rumbo al país
votando el 8 diciembre por aquellos hombres y mujeres que prestan sus nombres
para convertirse en funcionarios públicos y llevar desde las regiones
municipales prosperidad y progreso a la Venezuela que todos queremos.
Dios y La Virgen de
Coromoto nos bendigan.
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